A veces le pasan a uno esas cosas que son la causalidad misma. Que no toman más de una hora y que te cambian la vida para siempre; que vienen cuando menos te lo esperas, pero que luego sabes porqué llegaron a ti.
Salí de la universidad muerta de cansada y me fui caminando a buscar mi computador al servicio técnico. Iba con tiempo de sobra así que pensé "debería quedarme pegada viendo algo, alguien, un vendedor ambulante, etc" y apareció ante mí.
Así tal cual.
Yo soy de esas personas que se entusiasma con algo muy fácil. Y me quedo mucho rato viendo algo que me guste; si se trata de una persona, converso un rato con él/ella y le cuento un poco; trato de que sea una dialéctica en donde ambos salgamos con una buena experiencia el uno del otro.
Y así me topé de la nada, en la calle Moneda con Nueva York, con Nicolás.
Un francés de unos veintialgo o treinta y pocos, que tenía expuestos en una especie de lona en el suelo, un montón de fotos de muchos lugares del mundo en donde ha estado, además de muchos mensajes como "Estar consciente de que estamos manipulados, es empezar a ser libres" o "La vida no es un problema que hay que resolver, es un misterio que hay que descubrir". Y un montón de cosas muy lindas que en un principio no entendí.
Explico: Nicolás era profesor de educación básica en París. Un día se aburrió, quiso cumplir sus sueños y se puso a viajar por el mundo. Lleva 41 países recorridos y le faltan 45. Viaja solo con el dinero de su exposición itinerante, la que, una vez de vuelta en Francia, será expuesta en un museo. Su exposición cuenta con fotos de sus viajes, juegos interactivos y mucho, muchísimo amor. Además de un dibujo del sombrero del Principito. Viaja solo con aportes voluntarios y puedes escribirle mensajes que serán expuestos en París.
Yo casualmente me quedé mucho, muchísimo rato mirando porque creí y creo que su hazaña no tiene lógica alguna. Ninguna. Y él me quedó mirando, y me saludó muy cariñoso, porque el polerón que usaba, tiene un dibujo del elefante del Principito. Me acerqué a él y le pedí un abrazo. Conversamos muy poquito, y yo le dije "no sé que hago encerrada en la universidad, cuando lo que el mundo necesita es más gente como tu". Seguimos conversando y me preguntó que tipo de piedra era la que usaba en el cuello. El collar que no me sacaba nunca, "piedra luna" le dije y cuando lo abracé para despedirme se lo pasé en la mano y se la apreté fuerte. Me despedí del collar y se lo dí. El me miró y me dijo "estoy seguro que nos vamos a volver a encontrar" y otras cosas más que me guardaré para mí.
¿Yo? aun no me saco la sonrisa de la cara.

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