El telón tan prosaico, de largo terciopelo, estaba cerrado de par en par. Mientras el teatro se llenaba, ella esperaba ansiosa el comienzo de la obra. Había acomodado su abrigo sobre la butaca, pues su escasa altura le impedía ver de la mejor manera. Ansía, miedo, alegría y tristeza, sorpresa, expectación, bullían en su pecho. La gente pasaba a su alrededor, se acomodaba. Vio pasar a la señora de enfrente y al niño de abajo. Vio pasar al hombre de sombrero, y también vio pasar al chico que se sentó a su lado, y que apoyó su codo en el suyo.
Y lo sabía; sabía que el romanticismo podía con ella; sabía que Federico García Lorca no podía decepcionarla, porque como podría, Fede, decepcionar a alguien.
La gente se acomodó, laz luces se apagaron.
Sus ojos chispearon de emoción.

Etiquetas: Basura Literaria

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