{Y como dato extra; antes de leer esto: Mi tasa de productividad literaria aumenta en Invierno y se hace nula en Verano}






Lluvia, frío, viento. Café caliente y tardes en mi habitación; mirar por la ventana el cielo gris; quizás un arcoiris. La música de Fran Sinatra de fondo.
  Libros regados en mi cuarto; hojas sueltas y desordenadas: rayadas, rotas, arrugadas, garabateadas, pero nunca en blanco. Bolígrafos ya sin tinta; lápices de colores regados en la mesita; destapados y secos.
  Y yo ahí en un rinconcito; absorta. La mirada perdida y las manos temblorosas, escribiendo sin parar; sin poder, sin querer parar.
Escribo por gusto y por placer; escribo porque me gusta y porque me hace sentir bien. Escribo para sentirme importante y para relajarme; escribo para descargarme de mi patética vida. Escribo porque no hacerlo es un fracaso seguro; escribo porque en estos momentos soy un torrente de ideas; escribo porque para eso sirvo y soy buena. 
 Por eso amo el invierno; el frío, la lluvia y a Sinatra cantando bajo ella. El frío "con abrigos largos y gorros con orejeras" me llenan de regocijo; me inspira. Porque mientras afuera hace frío y el cielo está nublado, mi cabeza es una despejada mañana, sol, pasto y risas; flores perfumadas en el cabello de una dama. Escribo porque los personajes por un momento son reales ¿Y por qué no? 
  Escribo porque me gusta; porque me hace sentir yo. Escribo porque nadie me lee; escribo porque soy cómplice de mis personajes. Escribo porque me gusta reírme de mis escritos; escribo porque me gusta sentir sentimientos ajenos. Escribo porque me gusta vivir en otros mundos
  Escribo para vaciar mi cabeza; escribo porque no hacerlo sería un suicidio.

Etiquetas: Abstracto, Conclusiones, Extrañezas de mi mente

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